Cada vez son más los oficios de la vieja gente del mar que van desapareciendo debido a las modernas tecnologías.
Las pequeñas barcas de madera, que pescaban con artes artesanales y llenaban las playas y puertos de los pueblos de pescadores, han sido sustituidas por potentes buques metálicos que detectan sus presas con sónar y lanzan sus redes cuando se les garantiza óptimas capturas.
En nuestros puertos y playas ya no vemos a las mujeres zurciendo las redes que tan frecuentemente se desgarraban. También han desaparecido aquellas llamativas y simpáticas subastas de pescado, en las cuales un hombre de voz potente e ininteligible para el profano cantaba los importes por los que pretendía vender cada uno de los lotes de pescado expuestos. Los niños que acudían a ver aquellos espectáculos quedaban asombrados por la rapidez con la que se desarrollaban aquellos negocios, sin comprender que habría bastado una mueca de uno de los asistentes para que se adjudicara la venta.
Este panorama nos parece hermoso y romántico, pero el trabajo en el mar era entonces tremendamente duro y peligroso. Los hombres que se aventuraban a desafiarlo para traernos el sustento arriesgaban la vida en ello.
No dejaremos que estas viejas historias y tradiciones marineras se pierdan; y por ello la Fundación Aurora se las contará a los niños y jóvenes.
Motivaremos a todos los pueblos de pescadores a que conserven sus viejas tradiciones, y además guarden algunas de las embarcaciones y artes todavía existentes, apoyando la creación de pequeños museos o monumentos conmemorativos al efecto. Las autoridades portuarias y las cofradías de pescadores serán invitadas a abrir sus puertos e instalaciones con el fin de que los niños de las escuelas los visiten. Procuraremos que las embarcaciones en desuso que funcionan normalmente se conviertan en elementos para el ocio y el turismo cultural.